Desde hace 45 días la vida de la joven está paralizada. Tras el intento de feminicidio, Leidy está conectada a respiración artificial porque sus órganos no funcionan por los daños que varias puñaladas le causaron en la médula ósea y en la región cervical.
No es el único caso que como concejal he tenido que conocer. Estamos en una sociedad enferma donde la vida de las mujeres no se valora, su pareja o expareja se toman el derecho de atacarlas y no hay medida de protección que funcione como ocurrió en el caso de Leidy.
Por desgracia Leidy está convertida en una estadística más. Y es eso lo que no podemos permitir, que los rostros de las víctimas queden ocultos detrás de las estadísticas.
A pesar de la asistencia que ha recibido en el hospital y la red de apoyo de la secretaría de Salud, la familia de Leidy enfrenta un drama que se ha convertido en una verdadera emergencia por los gastos que significa la hospitalización.
La madre de esta joven tuvo que hacerse cargo del niño de 4 años que hoy está sin su mamá y su familia enfrenta una crisis económica porque no tiene recursos para pañales, pañitos y otras necesidades que no le suple el hospital. Sus escasos recursos están agotados y los viajes diarios a verla y acompañarla demandan de dineros para pasajes que ya no se pueden financiar.
El día del ataque, Leidy había ido a una cita con su exsuegra para permitirle estar por unas horas con el niño. Y si expareja la siguió y cuando la vio sola la apuñaló. En 17 ocasiones lo había denunciado.
Los médicos del hospital El Tunal nos confirman que su estado de salud es grave. No han podido desconectarla porque no puede respirar sin la ayuda de las máquinas y ahora requiere de un marcapaso en el diafragma para ayudarle en su rehabilitación.
A esta historia conduce la intolerancia de maltratadores y feminicidas que abusan, golpean y asesinan.
Leidy no es la única, y requiere de todo el apoyo. Los médicos están pendientes de ella, hacen lo que está a su alcance, pero además del tema médico está el drama familiar. Los feminicidas no solo impactan a su víctima, a su pareja o expareja, sino a toda la familia.
¡Qué pasa con esta sociedad enferma!