Ustedes tienen una de las más altas responsabilidades de cualquier sociedad civilizada: formar a los niños, niñas y adolescentes de Colombia. Desafortunadamente, el nuestro es uno de los pocos países del mundo donde su profesión no es dignificada. Por ello, por lo justo de sus reclamos, respaldamos incondicionalmente su reciente batalla democrática por mejores condiciones salariales, de salud, de evaluación, de calidad de vida y acceso a los ascensos por méritos y no por disponibilidad fiscal. Un abrazo fraterno al abnegado magisterio este y todos los días.